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5 septiembre, 2008Reconocemos la labor de la periodista de Multimedios Lucero Rodríguez y el camarógrafo Mauro Martínez quienes se vieron de pronto enfrascados en una balacera en la colonia Independencia y enfrentaron a una persona que a punta de pistola les ordenó dejarán de grabar.
Esta es su crónica que publica hoy Multimedios TV.
Escribir en tercera persona es el trabajo más fácil del mundo. Narrar las tragedias o los triunfos de los demás resulta más sencillo de lo que jamás imaginé.
Pero ¿qué pasa cuando el narrador se convierte en protagonista?
En periodismo, eso está prohibido, pero aveces involuntariamente, las cosas se salen de control y ocurre.
Hace unas semanas, tuve la oportunidad de entrevistar a un reportero de guerra y preguntarle qué se sentía que le apuntaran con un arma de fuego, hoy, yo misma puedo narrarlo, por que lo viví.
Todo comenzó el mediodía de este martes, mi compañero Mauro Martínez y yo terminábamos un enlace para el noticiero.
Sin saber lo que nos esperaba, yo le dije a Mauro que me quería ir temprano, pero no podíamos regresar al canal antes de la una.
Para hacer tiempo, fuimos a comprar diablitos (yukis con mucho mucho chile) y nos regresamos al canal. Con un pie ya abajo de la unidad, recibimos una
llamada de Avelina, la chica de mesa de asignaciones.
Nos mandó a lo alto de la colonia Independencia, reportaban dos policías heridos.
Al llegar al lugar, la situación era confusa: había de todo, menos policías.
Niños saliendo de la escuela, señoras comprando tortillas, mamás con sus bebés y a menos de cien metros, ocho o diez hombres disparándose a sangre
fría.
El sonido de los balazos retumbaban muy cerca de nosotros, el aire olía a pólvora, no sabíamos quiénes eran o qué peleaban, sólo sabíamos lo que veíamos, cientos de personas en peligro.
El coche estaba encendido; de pronto Mauro me grita “apaga el carro, cierralo y llévate la llave” yo no me había fijado que pasaba y cuando levanté la vista para preguntar ¿por qué? ví a uno de los hombres correr hacia nosotros con la pistola en la mano.
La sangre se me heló. Mauro corrió para un lado y yo para otro, pero él nunca dejó de grabar y yo nunca dejé de narrar vía telefónica para el noticiero del mediodía.
Yo alcancé a entrar a una tiendita donde nos escondimos con 20 personas. El hombre armado, desde afuera, nos apuntó a todos sin importar que hubiera
mujeres y niños.
Todavía mis nervios podían soportar la situación, hasta que el tipo nos apuntó con el revolver y mirándome fijamente gritó: “dile que no me grabe,
dile al camarógrafo que deje de grabar o voy por él” (por contarlo con dulces palabras).
De repente, se dió la media vuelta y comenzó a disparale a Mauro, (quien corrió más rápido que si estuviera compitiendo en las olimpiadas, mejor que
Anita Guevara en sus mejores tiempos y cargando el peso de la cámara como Soraya Jiménez) Fuera de broma, él corría por su vida.
La gente gritaba “va por el camarógrafo, lo va a matar, le está tirando” (y yo tengo que aceptarlo, ahí si me asusté). No pude hacer más que salir y
buscarlo y gritar un par de veces su nombre, gritos que obviamente, Mauro no escuchó.
De pronto, como de película, llegaron dos unidades del SWAT con cuatro policías que se jugaron la vida a balazos.
Enfrentaron en un fuego cruzado a los pandilleros, o lo que fueran, después llegaron los ministeriales, los del AFI, y hasta el Ejército Mexicano, y los
balazos seguían.
No me toca juzgar por qué los policías llegaron tarde, o si querían llegar o no, lo que tengo que reconocerles es que se la jugaron, se amarraron los
pantalones y le entraron, como debe ser, pues al fin es su trabajo.
Fue hasta pasadas las once de la noche que salí del canal y regresé a mi departamento, cuando pude ver las grabaciones de las notas y todas las imágenes, cuando escuché los balazos y vi el peligro que corrimos cuando reflexioné en algunas cosas y dije:
¡Que miedo!
¡Que rápido corre Mauro!
¡Cuanto amo mi trabajo!
y la más importante: DIOS SIEMPRE ESTUVO CON NOSOTROS!
Lucero