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24 abril, 2025
En medio de un contexto de austeridad, el aparente cambio en la imagen facial de la presidenta Claudia Sheinbaum ha desatado un debate en redes sociales y medios de comunicación. ¿Se trata de violencia estética o de una contradicción política?
La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, ha sido objeto de especulaciones y críticas en redes sociales debido a su apariencia facial, notablemente más tersa y sin arrugas visibles. Aunque no existe confirmación oficial de que haya recurrido a tratamientos estéticos como el bótox, las imágenes recientes han avivado los rumores y desatado un debate público sobre la congruencia entre su imagen personal y el discurso de austeridad que promueve su administración.
Para algunos, las críticas hacia la presidenta representan una forma de violencia estética contra las mujeres en el poder. Para otros, son cuestionamientos legítimos sobre el uso de recursos públicos y la coherencia política.
Uno de los elementos que más controversia ha generado es el salario de su maquillista oficial, registrado con un sueldo mensual de 92,000 pesos. Este dato ha sido utilizado para reforzar la narrativa de un posible uso indebido de recursos públicos destinados a su imagen personal, en contraste con la política de austeridad que incluye recortes salariales y restricciones en los gastos de representación.
Aunque no hay evidencia concluyente de que Sheinbaum haya recurrido al bótox u otros procedimientos, especialistas en estética facial han opinado públicamente al respecto. El médico estético Víctor Hugo Zúñiga, por ejemplo, señaló que la presidenta podría haberse aplicado ácido hialurónico en la zona de las ojeras, aunque —según él— no con los mejores resultados.
“Ahora nuestra presidenta, Claudia Sheinbaum, ha sido víctima de los tratamientos rejuvenecedores, pero ¿a qué costo? En las últimas mañaneras se le ha visto con un aspecto diferente. Hay signos de un sobrellenado en la zona de la ojera, lo cual, en lugar de favorecerla, la perjudica”, explicó Zúñiga.
El especialista también mencionó una posible aplicación excesiva en la zona mandibular y una falta de expresión facial, particularmente en la frente, lo cual podría deberse al uso de toxina botulínica.
“La falta de movilidad en el rostro puede provocar que los párpados caigan y que los ojos se vean más pequeños. Lejos de lograr un efecto natural, esto puede generar resultados contraproducentes”, agregó.
Zúñiga matizó sus comentarios asegurando que podrían tratarse de efectos iniciales del tratamiento. “Quiero pensar que es una fase temporal y que la inflamación disminuirá. Si no baja, podrían generarse complicaciones a largo plazo, como una bolsa permanente si no se degrada el ácido hialurónico”.
La controversia trasciende lo meramente estético. En un país donde más del 40 % de la población vive en situación de pobreza, cualquier gasto percibido como innecesario o superficial por parte de una figura pública genera reacciones intensas. El contraste entre el discurso oficial de austeridad y las especulaciones sobre tratamientos cosméticos ha sido leído por muchos como una desconexión entre el poder y la ciudadanía.
El comentario que avivó la polémica vino del periodista Pedro Ferriz, quien en Twitter preguntó: “¿Qué se hizo la presidenta en su carita?”, acompañado de un video de una conferencia matutina. Este comentario provocó una ola de reacciones, tanto a favor como en contra.
En el fondo, este debate pone en evidencia las tensiones entre la vida privada y la imagen pública, la presión estética sobre las mujeres en el poder y los límites del escrutinio ciudadano. ¿Hasta qué punto es válido cuestionar la apariencia de una figura pública? ¿Y dónde comienza la violencia estética?
Es un tema que, sin duda, toca fibras sensibles en la sociedad mexicana.
* Este texto fue revisado por una inteligencia artificial (IA).