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19 mayo, 2025Laura Flores volvió a hablar desde el corazón. Sin drama, sin escándalo, pero con una sinceridad que duele —y sana— al mismo tiempo. Esta vez, se refirió a su reciente ruptura con el periodista Lalo Salazar, a las críticas que ha recibido por su vida amorosa y a la falta de empatía que muchas veces la rodea.
“No soy migajera… simplemente quise más”, dijo, contundente, luego de que algunos la acusaran de “mendigar cariño” por seguir expresando respeto hacia su expareja. Y fue clara: “Uno amó más que el otro… y ya. Así de simple. No hubo pleitos, no hubo terceros, no hubo infidelidades. Solo el final de una historia”.
En redes sociales la han llamado “la insaciable”, “la que no sabe estar sola”, “la de los cinco maridos”. Y aunque podría quedarse callada, Laura ha preferido responder desde el fondo de su experiencia:
“La gente me juzga por casarme varias veces, pero nadie cuenta cuántas parejas tienen los que viven en unión libre. Firmar un papel no te hace peor persona. Yo vengo de una familia tradicional y crecí creyendo que así se hacían las cosas”.
Contó que su primer matrimonio, con Sergio Fachelli, fue más una forma de salir de casa que una historia de amor. Duró tres años y medio. Después vino el cirujano Miguel Ángel Durán, con quien se casó sin saber que él ya tenía una esposa y una vida doble. Ese matrimonio fue declarado nulo.
La boda que sí cuenta como real, dice ella, fue con José Ramón Díez, el padre de sus hijos. “Yo quería formar una familia, tener hijos dentro del matrimonio, vivirlo todo como siempre lo soñé… y lo hice”. Tuvieron a María y luego a Patricio, pero los tratamientos de fertilidad, tan duros emocionalmente, terminaron desgastando el vínculo. Se separaron cuando sus hijos eran pequeños.
En medio del duelo, Laura se reinventó. Adoptó sola a Ana Sofía y Alejandro, dos niños que, como ella dice, “vinieron a llenar mi alma, no solo mi casa”. Y aunque seguía criando, trabajando y sanando, llegó el momento en que volvió a confiar en el amor.
Conoció a Eduardo Fonseca, un ingeniero aeronáutico que fue “un compañero noble, pero no el amor de su vida”. Aun así, decidió casarse con él. “Tenía cuatro hijos menores en casa, y no podía meter a vivir a alguien sin darle estructura. Me casé por ellos”. Ese matrimonio duró apenas cinco meses; la distancia entre Texas y Miami lo hizo inviable.
Años después llegó Matthew Flannery, ex militar estadounidense y su último esposo. Se casaron en 2019 en Florida, sin fiesta, sin prensa. “Allá la unión libre es técnicamente ilegal. Además, casarme nos daba beneficios legales a los dos y a mis hijos. Fue práctico, pero también fue real. Nos amamos”. Duraron cuatro años. Hoy, asegura, mantiene una buena relación con él y con Díez, el padre de sus hijos.
En medio del duelo por su ruptura con Lalo Salazar, Laura ha recibido cientos de comentarios —públicos y privados— que le exigen “soltar”, “superarlo ya” o “trabajar en su amor propio”. Ella, con voz tranquila, pero firme, respondió:
“¿Qué quieren que haga? ¿Que finja que no me dolió? Yo he llorado como loca. Y sí, me cuesta, porque cuando yo quiero, lo hago de verdad. No me da pena admitir que estoy triste. Lo que me da pena es que haya gente tan insensible con el dolor ajeno”.
En su cuenta de Facebook compartió una reflexión que resume su postura:
“Si para ser tú misma tienes que decepcionar a otros, ¡que así sea! El amor propio no es negociable”.
También defendió su derecho a mostrar vulnerabilidad sin que eso signifique debilidad:
“A veces solo necesitas un abrazo y que alguien te diga: ‘Está bien no estar bien’. No sermones. No juicios. No consejos de Instagram. Solo un poco de humanidad”.
Laura no promete finales de cuento. Reconoce que quizás nunca tenga un esposo para toda la vida, pero eso no la define. Lleva cinco matrimonios:
Sergio Fachelli (su primer amor y su primer escape),
Miguel Ángel Durán (nulo por bigamia),
José Ramón Díez (padre de sus hijos),
Eduardo Fonseca (compañía en medio del caos),
y Matthew Flannery (su más reciente y práctico).
Sigue criando a sus hijos, trabajando, sanando y aprendiendo a amar con menos culpa y más claridad.
Y justo ahí, en ese proceso, lo que más le ha dolido no son las rupturas… sino los juicios de gente que ni la conoce. “Me sorprende —y entristece— la facilidad con la que personas extrañas te dicen cosas como: ‘Ya llevas más de siete matrimonios, ¿vas por el que sigue?’. Te tiran lo de los maridos, dicen que no tengo llenadera, que no sé estar sola… y ni siquiera saben quiénes son ellos mismos. Hay personas ignorantes y pesadas en todos lados, y aunque trato de que no me afecte, claro que duele”.
Y aunque aún camina las últimas etapas del duelo, tiene algo muy claro:
“No debes guardar rencor. No sirve para nada. Es una carga muy pesada. Llora lo que tengas que llorar, agradece lo vivido y sigue adelante. Porque el amor, aunque duela, siempre vale la pena”.
Porque al final, no se trata de cuántos anillos guardes en el cajón, sino de cuánta honestidad cabe en el corazón.
Y Laura Flores, guste o no, tiene espacio de sobra.
*Este texto fue revisado por una inteligencia artificial (IA).